EL EXPRESO DEL TIEMPO.
Después de un largo recorrido de 365 días, llegamos a la estación del tiempo donde haremos el trasbordo obligado. Bajamos los peldaños del último vagón del Expreso del Año Viejo. La máquina se nota gastada, maltratada, agotada, pero da la impresión de un ente sereno, tranquilo, quizá porque termina su misión y está a punto de retirarse. En sus vagones va cargado con esperanzas cumplidas y otras frustradas; con sueños realizados y otros que se quedaron solo en eso, sueños que no se hicieron realidad; con ilusiones entusiastas y optimistas hechas realidad y otras que se quedaron sin realizar; metas alcanzadas y no alcanzadas; proyectos ejecutados y otros no realizados.
Ya se marcha el Expreso del Año Viejo y nos deja llenos de meditación, de reflexión, con sentimientos encontrados: alegrías, tristezas, satisfacciones, frustraciones, nostalgias y melancolías.
En la distancia se vislumbra el Expreso del Año Nuevo. Viene vigoroso, con energía, reluciente. Sus doce vagones vienen cargados con fe y esperanza; nuevos sueños, ilusiones, metas y proyectos; retos y desafíos que habrá que enfrentar con fortaleza y tenacidad.
El Expreso del Año Viejo emprende su retirada, simultáneamente el expreso del Año Nuevo llega y se detiene, y su máquina suena varias veces la sirena anunciando su llegada. Todos nos apresuramos a abordar el primer vagón, con mucha ansiedad, expectativa, un poco de temor, pero con entusiasmo y optimismo renovados. Con un poco de nostalgia por lo que se lleva y lo que nos deja el Expreso del Año Viejo, del cual solo se divisa su silueta alejándose en la distancia.
Nos acomodamos en los asientos, cerramos los ojos, como para pensar que nos traerá este nuevo viaje que iniciamos en el Expreso del Año Nuevo.
Chogüi.
FELIZ AÑO NUEVO.
MUCHO AMOR, PAZ, Y PROSPERIDAD, ABUNDANTES BENDICIONES Y SOBRE TODO ACERQUEMONOS MÁS AL SUPREMO CREADOR.