UN ÁNGEL EN PENUMBRAS.
Hace muchos
años, en un tranquilo pueblo vivía Benjamín, un niño de apenas 10 años de edad,
su carita parecía la de un ángel, sin embargo, era conmovedor ver esa carita
sumida entre los hombros, casi recostada sobre la jorobita que sobresalía de su
espalda.Sus ojitos limpios, inocentes, siempre melancólicos; su vocecita era
suave, tan infantil, y la expresión de su rostro tan pensativo, denotando
cierta tristeza por su condición física.
Los padres
del niño sentían una gran pena y dolor que los acompañaba siempre y les
embargaba el corazón. Cuando el niño dormía, su madre lo contemplaba y lloraba
en silencio, aunque en presencia de él siempre procuraban mostrarse alegres,
entusiastas y optimistas.
El padre con
frecuencia lo sacaba a pasear, ya que el
niño evitaba jugar con otros muchachos por temor a que se mofaran de él, lo
molestaran y lo repudiaran por su condición física. A esa edad los niños no tienen la madurez para comprender que los defectos físicos en muchas ocasiones con caprichos de la
naturaleza, y sin tener conciencia plena
de dicha situación pueden ser crueles, despectivos y humillantes. Por todo
esto, el padre no lo dejaba jugar con otros niños o salir pasear a no ser que
fuera acompañado por él o su madre.
Desde la
ventana de su cuarto, el niño podía contemplar a los otros niños que agiles con
sus espaldas rectas corrían y jugaban en la calle y en el parque enfrente de su casa, y sus ojos se llenaban
de tristeza. Al verlo así, su madre le preguntaba ¿Quieres bajar con tu papa a
jugar en el parque? No! Respondía el niño quiero ir con papa a jugar donde no
hayan otros niños. Su madre se sentía agobiada por la tristeza e impotente ante
aquella situación.
El niño a
pesar de su defecto físico, poseía una gran inteligencia y tenía un alto grato de comprensión de las cosas.
Cuando salía
a pasear con sus padres gustaba de contemplaba el sol a través de los árboles, el agua quieta y cristalina de los estanque y
se quedaba largos instantes observando su reflejo y finalmente su rostro se
llenaba de tristeza al observar la amorfa figura de su delicada espalda.
En cierta
ocasión, tomo la decisión de salir el
solo sin la compañía de sus padres a dar una vuelta por el parque a sabiendas de que sería objeto de burlas por parte de los demás niños y de
la compasión de los mayores.
Sintió una
gran frialdad disimulada de lastimas y compasión por parte de las personas y
las burlas y mofas de los niños. Sin embargo siguió firme en su decisión y siguió
caminando por el parque.
Muchas
personas exclamaban:”Que lastima, un niño tan lindo con esa horrible joroba en
su espalda.” De pronto detrás de unos árboles salió una vieja mujer con una
sonrisa maquiavélica dibujada en su rostro, se acercó al niño y le dijo: “Ven acá
linda criaturita”, el niño asustado se quedó parado, la mujer prosiguió: “Ven acá
angelito, no te hare nada, solo quiero abrazarte”. La mujer se acercó y cuando
estuvo a su lado saco un papel de su cartera y lo froto varias veces sobre la
joroba del niño; este asustado le dijo “Que hace usted señora?” “Nada, pequeño,
nada, solo froto esta fracción de la lotería para que me des suerte y pueda
ganarme el premio. ¿No sabes que tu joroba trae la suerte? Y dejando escapar
una sonrisa de satisfacción la mujer se alejo. El niño todavía asustado y muy
triste regreso a su casa. Sus padres que estaban muy preocupados por su
pequeño suspiraron de alivio al verlo llegar, pero también se
sorprendieron al verlo tan reflexivo y pensativo, le preguntaron: ¿Qué te ha
pasado hijo?, Nada, respondió el niño.
La madre insistió: ¿Dime hijo, que te ha pasado? El niño respondió: “Una señora
en el parque me ha frotado un papel sobre la espalda varias veces, y me dijo
que mi joroba trae la suerte” La madre no pudo contener el llanto y se alejó
llorando profusamente. El niño le pregunto a su padre que era la lotería; su
padre extrañado por la pregunta le explico lo que era.
Días después,
reunidos todos en la sala después de cenar, el padre leía en voz alta una
extraña y curiosa noticia que salía en los periódicos: Una señora había sido
encontrada muerta en su lecho sin haber explicación alguna para el deceso, y
llamaba la atención que tenía en la mano una fracción de la lotería que había
salido favorecido con el premio mayor de la lotería un día antes. Los padres
del niño no le dieron mayor importancia a la noticia, sin embargo el niño se quedó
pensativo y reflexivo.
Luego de
charlar un buen rato como era costumbre de aquella familia después de cenar,
los padres del niño se retiraron a descansar, no así el niño, que tomo el
periódico y busco en la sección del sorteo de la lotería y busco la fecha en la
que se llevaría a cabo el siguiente sorteo.
Al día
siguiente, sin que sus padres se dieran cuenta, nuevamente salió, esta vez se dirigió
al pueblo y en un quiosco compró una fracción de la lotería que se llevaría a
cabo al día siguiente.
Esa noche,
después de cenar, como era costumbre, pasaron a la sala para charlar, no
obstante, el niño paso todo el rato, en silencio, y una rara tranquilidad
embargaba su angelical rostro, lo cual no pasó desapercibido para su madre,
quien un tanto intrigada le pregunto:”¿Qué te pasa hijo, porque estás tan
callado? Nada, madre, respondió el niño, estaba pensando que los quiero mucho,
que ustedes han sido los mejores padres del mundo.
Más tarde,
cuando todos se habían retirado a sus cuartos para descansar, el niño en la
soledad de su habitación, saco la fracción de la lotería y se lo paso varias
veces por la espalda, a la vez que expresaba: “La suerte para mamá, la suerte
para papá”. Luego se dirigió a su cama con la fracción entre sus manitas y se
durmió.
A la mañana
siguiente, su madre, como era costumbre, se dirigió al cuarto del niño para
despertarlo y prepararlo para llevarlo a la escuela. Más, grande fue su
sorpresa al notar que el niño no
despertaba y con angustia se dio cuenta que el niño no respiraba. A los gritos
de la madre, llego rápidamente el padre y con dolor pudo confirmar que el niño había
fallecido. El padre se dio cuenta que
entre sus manitas el niño tenía una fracción de la lotería, el cual había
salido favorecido con el premio mayor. Sus padres comprendieron lo que el niño había hecho y tomaron la
decisión de enterrar al niño con la fracción de la lotería.
(Relato adaptado y modificado por Chogüi de un cuento de Alberto Insúa, cubano)